domingo, 13 de enero de 2019

EL BAUTISMO DE JESÚS Y NUESTRO BAUTISMO

Nos despedimos de esta Navidad, pero saludamos el horizonte de este año nuevo 2019 en que no sólo vamos a hacer muchas cosas, vamos a SER mucho y más.

Así nos anima el significado de esta fiesta dominical; tenemos un nombre, SOMOS, alguien nos ha preparado una misión, nos acompaña y nos fortalece para ser fieles.... y no estamos solos, no somos socios de un club, estamos mucho más que inscritos, nuestra vida no cabe como un "registro" más. Con nuestro bautismo hemos sido inscritos en el LIBRO DE LA VIDA .

Y como buen libro, éste se abre con una portada maravillosa: el Bautismo de Jesús, una portada lujosa, a color... ¡vamos a echar un vistazo!

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Los que acudían a bautizarse con Juan confesaban sus pecados. Pero no los individuales, sino los de la sociedad de la que formaban parte como actores o como víctimas. Seguramente a muchos de nosotros nunca no se nos ocurriría confesarnos de los pecados de la sociedad de consumo; por ejemplo, del hambre que esta sociedad provoca en el mundo y de las muertes que causa con la multitud de sus guerras. Y sin embargo, en mayor o menor medida somos responsables de esta sociedad a la que pertenecemos. Precisamente Jesús acudió al bautismo de Juan no para convertirse y confesar sus pecados individuales, sino los de su sociedad, de la que él se sentía plenamente miembro.

Juan ejerce de mediador del perdón de Dios

Vemos que en el hinduismo la gente se introduce en el río Ganges para la lavarse ella misma como signo de purificación. También el judaísmo existía algo parecido. Sin embargo en el bautismo de Juan no es el propio individuo el que realiza la inmersión, sino Juan o sus ayudantes. Quizás con ello se quería dar a entender que no es el individuo el que alcanza la purificación, sino que el perdón es un don gratuito de Dios, que el individuo recibe por mediación de Juan. Desde la encarnación de Jesús, los seres humanos somos mediadores de la bondad infinita de Dios Padre para con los demás seres humanos. De salvados, tenemos que convertirnos en salvadores.
 
El horizonte de la esperanza de Juan

Lo que Juan esperaba y anun­ciaba era la actuación liberadora de Dios para transformar la si­tuación de esclavitud y opresión que vivía gran parte de su pueblo. De ningún modo era una esperanza espiritualista, sino que Juan se refería a la transformación de aquel mundo en el que él vivía. El mundo, la creación es obra de Dios y como tal, objeto de su amor y cuidado. Juan quería reavivar la esperanza en medio de una situación de amenaza y de opresión extremas señalando los caminos para afrontar con valentía dicha situación y conseguir una gran transformación de la vida del pueblo.

El bautismo cristiano

Juan no era el Mesías, sino un precursor, un preparador del camino del “más poderoso”. Los primeros cristianos consideraron a Jesús como el Mesías que anunciaba Juan. En él vieron que tenía una relación con Dios como Padre y que actuaba bajo el impulso del Espíritu. Por eso le atribuyeron a su bautismo por Juan las características propias del Mesías: descenso del Espíritu santo sobre él y la voz del cielo que proclama “Tú eres mi Hijo, el amado”. La voz divina en el bautismo expone la relación íntima del Padre con el Hijo. Así quedaba legitimada y fundamentada la misión que Jesús iba a emprender a continuación.

Con Jesús, se hacen presentes la absoluta voluntad salvífica de Dios, su compasiva misericordia y su generosa bondad y, por tanto, la oposición a todas las formas de mal y de sufrimiento. En palabras de Juan, a este Jesús–Mesías le corresponderá aplicar el «bautismo con fuego», para realizar la purificación última de Israel, y el «bautismo con espíritu santo», que debe efectuar la renovación definitiva y la plenitud de vida y salvación de los marginados y oprimidos por los poderosos.
Al mismo tiempo, ese Mesías “bautizado” con Espíritu santo aparece como representante anticipado de la Iglesia, que también va a ser “bautizada” con Espíritu santo. Para los cristianos, el rito bautismal del inicio de nuestra existencia cristiana representa el se­llo de la elección de Dios por medio del don del Espíritu y del ser hijos de Dios.


Después de Pascua y de la Ascensión, a los cristianos se nos da este Espíritu de Cristo como una energía y como un reto que nos dice: ¡Conviértete y sirve a tus hermanos los hombres, sobre todo a los más excluidos y necesitados! Y a los sacerdotes de nuestra iglesia, quizás también valga la crítica de Juan a los sacerdotes del templo de Jerusalén: no utilicéis la fe del pueblo para enriqueceros y dominar, sino convertíos y predicad con el ejemplo la buena nueva del reino de Dios, que es sanación para los más débiles.

Baldomero López Carrera
Laico Dominico

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