(Busca un lugar que te ayude a entrar en silencio y búsqueda. Con el deseo de que esta meditación cuaresmal te conduzca más cerca del que habla lo que es: Amor).
1. Meditación II Domingo de Cuaresma
Es tarea del tiempo cuaresmal volver a renovar el amor
primero. Ese que tantas veces parece escondido, remendado, envejecido y hasta
fuera de cobertura. Traer al ahora el amor de siempre, que está y es real, es
un ejercicio fundamental que requiere tiempo y dedicación. Es momento de volver
a poner sobre la mesa la pertenencia de la propia vida: he sido, soy y seré en
relación a otras personas, sin las cuales mi propia identidad carecería de
sentido. Las alianzas, las grandes alianzas, necesitan ser renovadas,
fortalecidas, tensadas. Toda la Historia de la Revelación es un continuo
esfuerzo por reavivar el pacto de amistad entre Dios y su pueblo. Y esto, lejos
de ser una frustración, se convierte en una oportunidad de agradecimiento y
crecimiento personal.
“Aquí me tienes”, “aquí estoy”, le volvemos a decir a Dios
en estos primeros días, conscientes de que solamente “estar” es ya el principio
de algo nuevo que puede nacer. Esa fue la respuesta, continuamente repetida, de
Abrahám. Estuvo al salir de la tierra segura y encaminarse a lo nuevo; estuvo mientras
suplicaba un hijo que le abriera al futuro; estuvo, incluso, cuando los planes
amenazaban con venirse del todo abajo. Nuestra palabra va construyendo
historia. Es lo que ofrecemos a otros en cada recodo del camino lo que nos va
configurando. Es lo que dejamos y perdemos, en esta dinámica pascual de la
vida. Pero es también, lo que sin querer vamos ganando en cada renuncia, en
cada pérdida. Todo eso nos va definiendo en relación a otros, a Dios; nos va
indicando que los caminos por abrirse siguen siendo aún infinitos. Experimentar
la voluntad de Dios es sentir que siempre tiene una salida mejor para nosotros.