viernes, 3 de febrero de 2017

SAL A SER SAL

SAL: forma verbal en modo imperativo y sustantivo.  Jesús en el evangelio de hoy, nos encarga la hermosa misión de ayudar a los demás, a alcanzar en el espíritu estos distintos efectos, de los que la luz  y las tinieblas son un símbolo.


Para cumplir tal misión primero hemos de estar nosotros iluminados. ”Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la luz de la vida”. Juan 8, 12. Para ello necesitamos abrirnos ante este Sol, que es Jesús, y dejar que su luz se vaya irradiando en nuestro interior por la fe y la oración contemplativa. “Brille vuestra luz ante los hombres, de modo que, al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo”. Mateo 5,16. Poco valen las palabras sin la coherencia de las obras.


Luz del mundo son los que luchan por la justicia y el amor al lado de los pobres. Éstos no se corrompen por dinero, ni por escalar el poder o mantenerse en él. Son humildes y gozan de una libertad interior que transmiten a sus ambientes. Todos ellos irradian la luz de Jesús y acercan a Él porque ya son ciudadanos del Reino de Dios.




“Vosotros sois la sal  de la tierra”.


El encuentro personal con Jesús nos da el sentido de la vida. Ésta es la sal de la tierra que nos toca ofrecer. Sólo ella da el gusto de  la realidad, sin esta sal falta el sentido de la historia personal o colectiva. ¿Quiénes la aportan? Los testigos de Dios. No abundan, por eso la vida de muchos es macilenta y los acontecimientos no son lo que deberían, encuentros con Dios y experiencias de salvación. Cuando el testigo deja de serlo,  porque no está poseído por el mensaje, se limita a hablar de él como si de un museo se tratase; su palabra carece de fuego profético, no convence ni contagia.


La sal se diluye y desaparece para dar gusto a la comida. La sal de los mensajeros del evangelio es sabiduría. La tienen todos los trabajadores honrados, cumplidores de su deber; los padres y los edu­cadores que viven su vocación con ilusión y responsabilidad; to­dos los que sirven a una causa noble, como el estudio, la enseñanza,  la investigación o cualquier trabajo honrado. Sal del mundo son todas las personas alegres, positivas y es­pe­ran­za­das. La sal de la tierra son la bondad, la paciencia y el perdón.


Sal de la humanidad son todos los que creen y viven en el amor, és­tos testifican con su vida, que el amor es el eco de Dios. Todos los creyentes convencidos y coherentes llenan de sentido la vi­da; éstos son los amigos de Jesús que prolongan su presencia y su salvación en el mundo.


 “Si la sal se vuelve sosa”


Así están los que no han encontrado o han perdido el sentido de su vida. Es­tán desmotivados y vacíos, apenas “cumplen” con esfuerzo su mi­sión en el mundo. Por cansancio o rutina funcionan como un robot, sin alegría, deshumanizados. ¿Podrán rejuvenecerse y cambiar? ¿Qui­én podrá resucitarles a una vida feliz y fecunda? Ante todo deben ser conscientes de su muerte en vida y han de que­rer salir de su sepulcro. A cada uno de ellos grita Jesús con voz fuer­te: “Lázaro, ¡sal afuera!”. Juan 11, 43.

UN VIDEO PARA PENSAR: SER SAL Y LUZ ES TENER LA LLAVE QUE ABRA ESPERANZAS



UNA PLEGARIA PARA NO PERDER 
SABOR Y LUMINOSIDAD.






No hay comentarios:

Publicar un comentario