domingo, 19 de mayo de 2019

QUINTA SEMANA DE PASCUA




Un fin de semana de intensa actividad pastoral.

El sábado, Romería de la Virgen de la Esperanza, y el domingo homenaje a la Virgen de Guadalupe, patrona de la evangelización de América. Recordamos la epopeya de nuestros navegantes, evangelizadores y conquistadores que llevaron lo mejor de nuestra cultura y fe a los pueblos hermanos. Hoy cierta historiografía cuestiona algunas formas de aquella conquista, hija de su época. pero no podemos olvidar el gran bien que llevaron aquellos españoles a las nuevas tierras, y cómo el evangelio estabilizó aquellas sociedades llevando el derecho de gentes, la antropología cristiana y la esperanza de nuestra fe. María acompañó aquella misión y su primera presencia lleva el nombre de la advocación local de Extremadura, desde donde se embarcaron tantos misioneros y navegantes.


Hemos honrado a la Virgen de Guadalupe y compartido los ricos sabores de esta región: encurtidos, morcilla patatera y de calabaza, embutido de corzo y jabalí, migas, quesos...

Os esperamos el próximo domingo para celebrar a la Virgen de Lluch, patrona de Baleares.
PERO.. DEJEMOS QUE LA PALABRA DE ESTE DOMINGO NOS ILUMINE:

Decíamos que los cristianos no tenemos una camiseta que nos haga pertenecer a un equipo, tampoco cualquier otro signo, sino son los de Jesús. Llevar la camiseta de Jesús es testificar lo que Él hizo; nuestra señal es el Amor de Jesús. Cuidado con el texto evangélico ese “como yo os he amado” no es una mera relación de comparación, sino un imperativo, un referente sin el cual la vida cristiana y la misión evangelizadora no tienen alma ni eficacia. Su proyecto, nuestro proyecto es bien sencillo; experimentar el amor de Dios. Hay un amor que nos precede, hay un amor que nos ejemplifica cómo amar,

El Proyecto del Reino de Dios, inaugurado por Jesús con su encarnación, muerte y resurrección, provoca un movimiento expansivo, como las ondas que provoca una gota de agua en un estanque. La noticia de que Jesús está vivo es una provocación constante para los que quieren encerrar la fe en una serie de conceptos, más o menos elaborados, pero sin ninguna base real.Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Jesús insisten en que sólo por el encuentro con Jesús, vivo y resucitado, es posible encontrar verdaderamente al hombre (humanidad) y a Dios (deidad).
El asombro de la Comunidad Cristiana consiste en que cuando se sigue de verdad a Jesucristo y se le anuncia sin miedo, con obras y con palabras, ocurre lo inesperado: ese Reino se expande y da frutos inmediatos. La Pascua inaugura una nueva creación, un nuevo modelo de relaciones, un nuevo modo de ser… unos cielos nuevos y una tierra nueva: ser en Dios porque Dios es en nosotros. La ternura y delicadeza de este acontecimiento supera lo imaginable. Pero es real y es posible, nada de utopías ideológicas. La gloria de Jesús, el mejor signo de su vida y el mejor eco de su Verdad es que sus discípulos se amen los unos a los otros, tomando como referencia el amor con que Jesús ama a los que le pertenecen. La Comunidad Cristiana, la Iglesia en todas sus manifestaciones locales, no tiene más instrumentos para su vida y misión, que el ser discípulo de Jesús, aprendiendo, y haciéndolo, a amar como El ama.

El imperativo evangélico de la Iglesia: Amarnos como Jesús nos ama, para que el mundo crea en El y sepa que somos sus discípulos.

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