Podríamos pensar que es una broma, pero sí, hasta la sal debe guardarse en el congelador si pasado un tiempo queremos que no pierda su sabor. Los gourmets de la sal nos lo recuerdan, pero nada nuevo, ya nos lo dice Jesús, vosotros sois la sal y si la sal se vuelve sosa... cómo se le podrá devolver sabor.
Me ha gustado esta reflexión de Ángel de Buenafuente del Sistal:
Si nos trasladamos a la casa de Nazaret en la que vivió Jesús en compañía de María y de José, comprenderemos mejor el ejemplo del texto evangélico que se refiere a la lámpara encendida y cómo debe colocarse en el lugar donde más alumbre. Las casas de entonces eran cuevas, y tanto el fuego como el candil debían mantenerse encendidos. Esta experiencia doméstica le sirve al Maestro para señalar cómo debemos iluminar alrededor con nuestros dones, y no soterrarlos.
La ciudad alta, que no se puede ocultar, es posible que se refiera a Safed, situada a una altitud de 900 metros, la ciudad más alta de Galilea. Quizá hoy no se comprende el término celemín. Se trata de una medida; era un cubo de madera que servía para medir el grano. La fanega tenía 12 celemines. También se emplea como medida del campo, según la capacidad que tiene de sementera. Jesús, al hacer referencia a estos términos, nos muestra su conocimiento rural y agrícola.
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