domingo, 22 de diciembre de 2019

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

En este domingo culminamos nuestros adviento. Por las calles de Zaratán bajaremos desde la iglesia a la Nave para celebrar la eucaristía memorando el camino de José y María hacia Belén llamando al llegar a las puertas. La fe es ponerse en camino, juntos, caminar. En ocasiones no siempre se nos abren las puertas, buscamos acogida y no hallamos lugar en las posadas. Quizá también seamos, a la inversa, "posadas tan llenas" a las que Dios llama y no hay manera de poder acogerlo, nos da miedo acogerlo entre tantas cosas y preocupaciones, pero... Dios no quita nada, al revés lo da todo, un todo que no necesita espacio porque da más espacio a nuestro corazón.

A José tampoco le quitó nada, ni su amor de padre, ni sus ilusiones de educar a su Hijo, ni sus sentimientos como hombre y esposo. Él se encontró que Dios colmó de tal modo la vida de María, que la habitó con la gracia del Espíritu para ser la digna Madre de Dios.

No tengamos miedo a que Dios llene nuestra casa, busquemos el lugar en donde quiere nacer.
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Pero, ¿cómo se llega a Belén?, ¿cuál es el camino? ¿Qué señales nos orientan hacia él? ¿Cómo reconocer la verdadera Navidad? Como los Magos también necesitamos una estrella que nos guíe hasta el portal de Belén y adorar allí la verdadera Navidad. Dios mismo nos muestra hoy una señal para dar con la Navidad.
En realidad, en nuestras ciudades ya hay señales que, a su modo, hablan de la cercanía de la Navidad: son las luces de colores, la música navideña, los papás noels de barba blanca y los escaparates con su pretendido sabor navideño. ¿Son estas señales anunciadoras de la Navidad verdadera? Algunos, desencantados, nos han contado que esas señales  les resultó un engaño, que no conducían a Belén; y que, si acaso llegaban al umbral de un portal, allí no encontraron ni a José ni a María, ni a ninguno recién nacido, ni a un buey ni a una mula,  ni a pastores. Las señales no eran válidas; fue un engaño.
Los creyentes, que nos fiamos de los profetas que nos han hablado largamente en este Adviento,  conocemos los caminos que llevan a Belén. Pero, cuando nuestra fe se debilita y flaquea necesitamos señales, como los apóstoles que precisaron ver las señales de las  llagas de la lanza y de los clavos marcadas en el cuerpo del Resucitado.
Esta es la señal que el Señor mismo nos ha  dado hoy,  para encontrar la Navidad verdadera: “Mirad: la Virgen están encinta y da a luz un hijo, y le pone por nombre Emmanuel (que significa ‘Dios-con-nosotros’)”. San Mateo va a ayudarnos en el evangelio de hoy a interpretar los detalles de esta señal.

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