domingo, 6 de noviembre de 2016

El año litúrgico va concluyendo en un contexto otoñal en el que hemos recordado a Todos los Santos y Todos los Difuntos. Así, el tema de estos restantes domingos hasta la fiesta d Jesucristo Rey del Universo, tienen el tono más serio de las ‘postrimerías’ (la reflexión sobre el horizonte final de la historia, la personal y la de todos). El otoño lo acompaña y la cercanía del solsticio de invierno en el hemisferio norte, Europa, donde fraguó el tiempo litúrgico. Se hace alusión al juicio, el más allá… pero también a la esperanza, la creencia en la resurrección o el tiempo de dolor y sufriente de Cristo en la cruz…. Caminos de Dios.



Hoy la primera lectura nos trae la tan conocida escena del ‘martirologio’ de los macabeos. La escena más conocida la del juicio, condena y ajusticiamiento sucesivo de siete hermanos alentados por su madre, que morirá la última. El libro segundo de las Macabeos es literariamente una hagiografía de mártires, con todo su arte dramático, visual, casi teatral. Lo que se escucha es como una representación hecha más con intención de sorprender al espectador que por afán de relatar hechos históricos. De esto último ya se había ocupado el primer libro de Macabeos que, aún escrito en tono épico, no oculta una historia gloriosa y heroica; propia de un pueblo pequeño pero firme en sus convicciones religiosas, que consigue la liberación inesperada a pesar de la dureza de sus derrotas.
La escena de hoy tiene como centro algo que sería discusión constante cien años después entre saduceos y fariseos: si hay resurrección de los muertos.

No sólo hay resurrección –dice le texto de hoy- sino relación muy directa con quienes han muerto heroicamente defendiendo su fe; algo que no obtendrá el tirano que oprime al pueblo de Dios.

Aparece en este libro por vez primera la afirmación aplicada restrictivamente a los ‘justos’. Y la razón de esta fe la encuentra sobre todo en la creación; todo es obra de Dios y éste no ha de permitir que su obra se frustre. V.23: “Pues así como el creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos sino por amor a sus leyes”.


El evangelio pondrá un punto más de claridad al distinguir plenamente entre esta vida y la otra. No hay continuidad absoluta, como sería una ‘revivificación’, sino que la muerte es siempre un cataclismo de anonadamiento, para resucitar con Cristo que por nosotros se había también anonadado de su ser Dios, para resucitarnos con él, siendo de su misma naturaleza. Hay un argumento en el evangelio que nos llena de esperanza: Dios es un Dios de vivos, la Iglesia es comunidad de vivos, no de muertos, no sólo de exequias. Somos la iglesia de quienes viven en este y en aquel mundo que Dios conoce.

Quizá no esté muy de moda hablar del horizonte de nuestra esperanza, ni manifestar la importancia de saber hacia dónde caminamos. Quizá el cómo sea ese mundo, no sea lo definitivo...cómo será sólo lo sabe Dios. Saber vivir implicar saber dar el paso a la vida definitiva.




ORACIÓN

QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR

Ser incomprendido, por defender que Tú vives en mí,
antes que ser elevado en el pódium del éxito efímero
pero sin horizontes ni razones para existir
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las risas de los que no me entienden por lo que creo
Ni el vacío de los que no me quieren por lo que siento
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
El no percibir algunas verdades que tú me ofreces
cuanto esperar a que un día se hagan realidad

QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Cómo me rescatarás de la muerte,
cuanto saber que, ahora y aquí,
me acompañas y me animas con tu Palabra
me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre
y, en el fondo de mi alma,
me haces arder en ansias de poder verte
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
La burla de los que no se molestan en buscarte
La sonrisa de los que, sintiéndose poderosos,
serán nada y polilla después de su grandeza
QUE NO ME IMPORTE, SEÑOR
Las falsas promesas que el mundo me ofrece
frente a las tuyas que han de ser eternas
Los cortos caminos, que me llevan al abismo,
frente a los tuyos –estrechos y difíciles-
pero con final feliz y glorioso.

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