viernes, 7 de octubre de 2016


La Palabra de este domingo nos anima a romper esquemas. Hay que atreverse a la novedad. Actitud  que permitió a Jesús abrir puertas… esa fue una de las grandes tareas que acabó asumiendo Jesús: abrir puertas, romper fronteras… no sería fácil, ni sería inmediato, los judíos tiene una conciencia cerrada hacia los extranjeros. Pero vemos en Lucas 4,24-30 la referencia de Jesús a Elías y Eliseo que se acercaron a extranjeros. “”Elías se acercó a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón,(…) y de los muchos leprosos que había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio”…



En los Evangelios podemos descubrir las resistencias iniciales de Jesús, su proceso de apertura. Mientras inicialmente parece resistirse a producir el milagro que le pide la mujer samaritana, de salvar a su hija, porque cree que ha sido enviado sólo para salvar al pueblo de Israel… En él se va produciendo un cambio, un giro enorme… donde ya no importa la región donde naciste y/o vives, importa que eres persona, importa tu fe, importa que olfateas por donde se puede estar construyendo el bien y que te pones en camino hacia allí… ya no importa si eres judío, samaritano o sirio…., samaritanos serán incluso referentes: en saber quien es nuestro prójimo, como vemos en la parábola del buen samaritano.





En el evangelio de hoy, un extranjero vuelve a ser referente… ¿cuantas veces hemos leído el texto y hemos pasado por alto que el único leproso, de los 10 que sanó Jesús, que vuelve para agradecérselo es un samaritano? “Jesús tomó la palabra y dijo: « ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Con el boom de los refugiados parece que el tema de los migrantes vuelve a recuperar su actualidad, volvemos a oír algo más que las tradicionales frases: aquí ya no hay trabajo para vosotros, volveros a vuestro país, se quedan para que les demos “nuestras” ayudas,… ha prendido entre nosotros un racismo de baja intensidad, que justifica el desprecio, que separa entre españoles y los recién llegados, aunque algunos llevan media o toda su vida entre nosotros, como si no fueran ya de aquí… un discurso de la preferencia, que reivindica que los españoles de varias generaciones seamos los que tengamos acceso preferente a ayudas sociales, becas de comedor, vivienda, …



Percibo, últimamente, un caldo de cultivo que llega a ser preocupante, que etiqueta, que generaliza, que quiere hasta separar entre migrantes, distinguiendo artificialmente quienes vuelve a tener preferencia en los derechos: los refugiados y los migrantes económicos… como si uno fuera mejor según de qué país viniera y si éste estuviera en guerra…como si los migrantes económicos no huyeran del hambre acusado por el Norte, de la falta de un futuro mejor, o simplemente un futuro… Parece que todos los africanos del norte son clasificados inmediatamente como migrantes económicos, como si las historias no fueran distintas, como si no existieran pluralidad de países en guerra en África o situaciones en sus países de los que tienen derecho a ser protegidos y protegidas: violencia de género, homofobia, represión política,…  Todo esto no es cristiano… etiquetar, juzgar, generalizar, rechazar, construir muros y hasta concertinas entre nosotros, eso se aleja tanto de lo que decía Jesús…


No obstante, Jesús hizo ese proceso de abrir los ojos y descubrir que lo importante no es la nacionalidad o el país de origen, lo importante como siempre son las personas y la situación-condena de empobrecidos que viven… Lo importante es que a diario recibes lecciones de esta gente, de su capacidad de sonreír ante las adversidades, de su cercanía y hospitalidad, de su integración, de su superar dificultades, vivir con lo justo y necesario, de sobrevivir con las historias que llevan a sus espaldas, de la capacidad de agradecer que todavía no han perdido… lo importante es no perder de vista como cristianos todo lo que nos pueden aportar… porque aún hoy sigue pasando “Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.”



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