viernes, 8 de abril de 2016

DOMINGO III PASCUA-C

SURCAREMOS OTROS MARES



El evangelio de este domingo nos presenta otra consecuencia de la Pascua. HAY QUE RE-APRENDER.

Tras la Resurrección de Jesús se nos cuenta que los apóstoles han vuelto a su trabajo. Eran pescadores y vuelven a pescar. Están en Tiberíades afanándose, infructuosamente, por encontrar peces. Toda la noche bregando y no habían conseguido nada. De repente, un hombre desde la orilla les dice que echen la red a la derecha y la red se llena de peces. Asombro en los apóstoles. Pero uno solo da con la respuesta exacta. Juan apunta a Pedro: Es el Señor.


Hace dos domingos eran también Juan y Pedro los que se enfrentaban con una situación nueva: la del sepulcro vacío. Entonces fue también Juan el que tuvo la certeza repentina de la fe. Ahora tiene la clara intuición del encuentro con el resucitado. Sin dudarlo un momento "ve" también ahora la presencia de Cristo. Y se lo dice a Pedro.

Hay algo en Juan que le hace descubrir la presencia del Señor en los acontecimientos. Es posible que fuera ese amor de predilección que le tenía Jesús, y que el Evangelista se encarga de subrayar en sus escritos, lo que le hiciera especialmente apto para captar la presencia del Señor, pero lo cierto es que Juan es muy clarividente para encontrar a Jesús en los acontecimientos que jalonan su vida. Es esta una cualidad esencial para un cristiano , una cualidad mediante la cual el cristiano vive lo diario, lo que pasa corrientemente y lo que acontece en algún momento extraordinario, de modo distinto a como lo viven el resto de los hombres que no reconocen a Jesús en su entorno.

Habría que pedir hoy de modo especial que se nos notara con esa especie de "sexto sentido" para encontrar a Jesús en nuestro quehacer diario, ése que puede llegar incluso a aplastarnos por su monotonía, ése que empieza con el sonido molesto y repiqueteante del despertador y continúa con los gestos que se repiten en el trabajo de cada mañana, allí donde nos encontramos con los demás hombres detrás de cuyas sombras tenemos que acostumbrarnos a ver al Señor. Es seguro que si en ese hombre, a veces incluso destemplado, al que tenemos que atender profesionalmente, tuviésemos la preciosa intuición de ver al Señor, no lo trataríamos con desgarro, con indiferencia o con cansancio, sino con una atención exquisita, como si fuera eso que estamos haciendo lo más importante de nuestra vida. Es importante es, sin duda ninguna, desde el punto de vista cristiano.

Es seguro que si en nuestra casa, cuando nos cansa la dedicación o la exigencia que los miembros de nuestra familia nos requieren, tuviéramos la intuición de ver, detrás de cada uno de los que nos esperan, al Señor, la mirada que les dedicamos o el esfuerzo que nos exige su atención no lo daríamos con gesto destemplado y agrio, sino con ademán distendido y amable. Cambiaría así el entorno familiar y nos haríamos próximos de nuestros más próximos.

Es seguro que si fuésemos capaces de ver al Señor a través de los acontecimientos gozosos o dolorosos que jalonan nuestra vida, sería más espontánea la alegría y más comedido, quizá, el dolor.

Es importante para un cristiano encontrarse con Jesús en medio de su vida. Si no lo hacemos corremos el peligro de estar faenando "toda la noche" (toda la vida) y no conseguir nada; corremos el peligro de correr mucho, de estar muy preparados, de competir activamente..., pero de tener las redes vacías; vacías de visión sobrenatural, de cumplimiento puntual, de dedicación efectiva al hermano; vacías de alegría en el cumplimento del deber, de atención exacta en este cumplimiento. 

No consiste el ser cristiano en hacer cosas distintas, sino en hacer las cosas que hacen todos, pero con un estilo diferente, el estilo del que es capaz de encontrarse con el Señor en el trabajo, en la amistad, en la familia, en la diversión, en el esfuerzo, en la alegría, en el dolor. En una palabra: en la vida, con toda la riqueza que la vida lleva consigo.

2. ¿CÓMO VIVIR EN PASCUA?






3. UNA PLEGARIA


¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!
Javier Leoz (sacerdote)

Echaré las redes de mi vida,
para que otros tengan savia y en abundancia
Esperaré a que el sol se imponga sobre las tinieblas
y comprender que, no hay noche que dure una eternidad
Miraré al fondo de los acontecimientos
y confiare en que, Tú y sólo Tú,
eres quien iluminas las sombras de la existencia humana
¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!
Me desgastaré, en cuerpo y alma,
para llevar almas y corazones a tu encuentro
para que, el mundo, tan colapsado de cosas como vacío de sentido
recupere la alegría que nos ofrece tu ser resucitado
¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!
Mantendré firme mi amor y fe en Ti
para, luego, ser ardiente antorcha
que irradie luz y paz allá donde me encuentre
Mantendré firme mi esperanza en Ti
para que, el hombre que busca y no encuentra,
sepa que en Ti encontrará siempre una respuesta
¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!
Te amaré hasta el final y, amándote como Tú mereces,
sembraré de fraternidad y de perdón mis caminos
de alegría y de belleza los corazones de los que te anhelan
de regocijo y de seguridad
los rostros cansados de tantos caminos retorcidos
Amén

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