En este domingo la Palabra nos acerca uno de los lugares, de
los símbolos, de los motivos que dan sentido pastoral a nuestra casa:
Genesaret, el lago; las redes y la barca de Pedro; su misión y la nuestra:
lanzar las redes.
Estamos al comienzo de la predicación de Jesús. Un Jesús
cercano a la gente sencilla del pueblo. Estamos a la orilla del lago, allá en
Galilea. Es el lugar no solo geográfico, sino teológico que Jesús ha escogido
para comenzar su misión. La tierra de los pequeños, de los sencillos de Israel,
de los que no cuentan para los poderes establecidos.
Pasa entre la gente, se hace presente no en lugares
“sagrados” sino en su ámbito de trabajo diario. Los pescadores están en su
labor cotidiana de lavar las redes tras una noche de duro trabajo. Con Jesús se ha hecho el día,
con él llega la luz que les permite ver de otra manera, con ojos nuevos.
La gente está ansiosa de escuchar a Jesús. Son muchos los
que hablan, pero ninguno con su autoridad. Sus palabras llegan al corazón. Jesús
se embarca con Simón y sus compañeros. Entra en sus vidas. Quiere necesitarles,
contar con ellos. Estos hombres han
trabajado mucho, pero les ha lucido poco. No han cogido nada.
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Simón está a la cabeza del grupo. Le presta al Maestro su
barca. Es dócil a sus órdenes. Con Jesús en la barca han cambiado las cosas. Él
se erige en patrón, trabajan a sus órdenes. Los resultados cambian
radicalmente. Cogen una redada tan grande que no pueden con los peces. Se
llenan de asombro y llaman a los compañeros para que les ayuden.
Pedro reconoce su pequeñez y la grandeza de Jesús. Se pone a
sus pies. Le siguen sus compañeros. Desde ahora, le dice Jesús a Pedro, serás
pescador de hombres.
¿Es un milagro solamente? Así podemos verlo y quedarnos
maravillados, o ¿es sobre todo una buena noticia para nosotros? ¿Dónde está
Jesús hoy? ¿Está entre los grandes y poderosos? ¿Está en los templos o lugares
que consideramos sagrados? No, Jesús está entre la gente sencilla. Jesús está
cerca de nosotros, en nuestros trabajos, en nuestras casas, en nuestras cosas
sencillas de todos los días. Esa es la buena noticia.
¿Cómo nos van las cosas? Puede ser que también nosotros
estemos bregando, trabajando duro. Y en nuestra briega, en nuestra lucha de
cada día, a veces experimentemos la noche o el cansancio. O tal vez la falta de
resultados. Las cosas no ocurren siempre como nosotros deseamos.
Jesús está cerca. Jesús te pide prestada la barca. Jesús se
embarca contigo, en tus cosas, en tus asuntos. Si tú le dejas, claro. ¿Quién es
el “patrón” de tu barca, de tu vida? Para el verdadero creyente es Jesús. Y en
su nombre echamos las redes cada día. Tu puedes escuchar o no a Jesús. Puedes
querer hacer la vida sólo o hacer la vida contando con él. Hay tanta diferencia
como de la noche al día. Como de las redes vacías a las redes llenas.
Jesús no se asusta de tu pequeñez. Como no se asustaba de
los labios impuros de Isaías, en la primera lectura, o de que Pablo de Tarso
hubiera sido un perseguidor de los primeros cristianos.
Pero tienes que abrirle el corazón y la vida, la casa y la
barca. Tienes que dejarle coger el timón y fiarte plenamente de Él. Quiere
hacerte, como a Pedro “pescador de hombres”. Capaz de contagiar a muchos la
experiencia. Te quiere hacer predicador, con la vida y la palabra, de la Buena
Noticia de la salvación.
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