El domingo pasado el evangelio proclamaba dichosos, alegres
y ¡ay de vosotros! Este domingo Lucas invita a dar un paso más en el
acercamiento a Dios, y para ello propone llenar el corazón de verdadera
misericordia y mostrarla por medio del perdón a todos aquellos que entren en
relación, tanto personal, como social (comunitaria), con nosotros.
Viviendo con humildad la misericordia y la compasión de
Dios, habitará la limpieza de actitud capaz de demostrar el verdadero perdón
que dimana del corazón de todo seguidor –discípulo- de Cristo.
El auténtico perdón no deja lugar ni a la venganza, ni al rencor.
Implica un alma noble donde habite la verdadera misericordia. Esta nobleza va
acercando al ser humano al “hombre celestial”, como escribe S. Pablo en la
segunda lectura de este domingo.
Si David, a pesar de su carga de hombre pecador, fue capaz
de no dejarse embargar por el rencor y la venganza, el seguidor del Señor
Jesús, da un paso más en el crecimiento de su discipulado. Perdonar hasta dar
la vida, si menester fuera.
Cumplirlo, de palabra y de obra, es lo que a Dios le
complace (oración colecta), y que además resonará el próximo domingo en la
comparación de los buenos frutos –obras- que dan los buenos árboles.
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