El entusiasmo inicial que los paisanos de Jesús mostraban en
el final del evangelio del pasado domingo, vemos que en breves líneas del
evangelio de Lucas, se transforma en rechazo y violencia, hasta el punto de
echar a Jesús de la Sinagoga. Lucas nos dice que le empujan hacia un barranco
con intención de despeñarlo, pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. Hoy vemos cómo en ocasiones la Sinagoga no es casa de la Palabra para Jesús.
Estas últimas palabras sugieren una interpretación teológica por parte del
evangelista, que ve en este hecho una imagen de la muerte y resurrección de
Cristo como expresión profética de su misión redentora. Jesús fue tenido como
el profeta de Galilea, la palabra valiente y el signo visible del Reino que
mudaba las costumbres y tradiciones que alejaban al Pueblo del querer de Dios.
Comentábamos el pasado domingo cómo el proyecto de Jesús
pasó por una opción y posicionamiento ante la realidad: la ceguera, la
invalidez, la pobreza, la sordera de los hombres. En el proyecto de Jesús hay
unos valores concretos: la luz, la movilidad, la Palabra y la libertad que el
Reino traen. Y para ello era necesaria una misión: su persona, su entrega al
Reino. Él es el agente del Reino, su compromiso es vital y es una opción global
que acontece en el HOY. Su persona trae al hoy de cada hombre la salvación.
Volviendo al mensaje programático que Jesús hace de su
misión en la Sinagoga de Nazaret hay que señalar la frase final de este relato
“Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”.
Es muy interesante el detenernos en la primera palabra de
esta frase, “Hoy”, porque es una interpelación atemporal dirigida a todos los creyentes, de entonces y de ahora.
Entenderlo así es la principal enseñanza que debemos sacar para entender que
sigue vigente su tarea mesiánica “aquí y ahora”. Es verdad que se realiza en otro
contexto, en un mundo y una sociedad diferentes, pero el Espíritu que habitaba
en Jesús sigue siendo una presencia viva “hoy” en los hombres y mujeres de
buena voluntad. Esta es la clave de la fe cristiana y desde ella debemos
entender la “misión” de Jesús de Nazaret en el mundo que nos toca vivir.
Muchos de los oyentes se escandalizaron de esa implicación
mesiánica de Jesús con el Reino, adujeron que conocían su origen, su familia y
raíces, hasta los nazarenos se
escandalizan de que de Nazaret pueda salir algo bueno… sin fe, no hay
acogida del Reino, es imposible realizar los signos del Reino. Y así la
libertad de Jesús se abre paso a otras aldeas. Jesús no les da espalda, es tan
sólo el hombre que se debe a su misión, allí donde se acoja el Reino hay que
ir.
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