lunes, 4 de febrero de 2019

EL VALOR DE LA PROFECÍA


El entusiasmo inicial que los paisanos de Jesús mostraban en el final del evangelio del pasado domingo, vemos que en breves líneas del evangelio de Lucas, se transforma en rechazo y violencia, hasta el punto de echar a Jesús de la Sinagoga. Lucas nos dice que le empujan hacia un barranco con intención de despeñarlo, pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. Hoy vemos cómo en ocasiones la Sinagoga no es casa de la Palabra para Jesús.

Estas últimas palabras sugieren una interpretación teológica por parte del evangelista, que ve en este hecho una imagen de la muerte y resurrección de Cristo como expresión profética de su misión redentora. Jesús fue tenido como el profeta de Galilea, la palabra valiente y el signo visible del Reino que mudaba las costumbres y tradiciones que alejaban al Pueblo del querer de Dios.

Comentábamos el pasado domingo cómo el proyecto de Jesús pasó por una opción y posicionamiento ante la realidad: la ceguera, la invalidez, la pobreza, la sordera de los hombres. En el proyecto de Jesús hay unos valores concretos: la luz, la movilidad, la Palabra y la libertad que el Reino traen. Y para ello era necesaria una misión: su persona, su entrega al Reino. Él es el agente del Reino, su compromiso es vital y es una opción global que acontece en el HOY. Su persona trae al hoy de cada hombre la salvación.


Volviendo al mensaje programático que Jesús hace de su misión en la Sinagoga de Nazaret hay que señalar la frase final de este relato “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”.
Es muy interesante el detenernos en la primera palabra de esta frase, “Hoy”, porque es una interpelación atemporal dirigida a  todos los creyentes, de entonces y de ahora. Entenderlo así es la principal enseñanza que debemos sacar para entender que sigue vigente su tarea mesiánica “aquí y ahora”. Es verdad que se realiza en otro contexto, en un mundo y una sociedad diferentes, pero el Espíritu que habitaba en Jesús sigue siendo una presencia viva “hoy” en los hombres y mujeres de buena voluntad. Esta es la clave de la fe cristiana y desde ella debemos entender la “misión” de Jesús de Nazaret  en el mundo que nos toca vivir.

Muchos de los oyentes se escandalizaron de esa implicación mesiánica de Jesús con el Reino, adujeron que conocían su origen, su familia y raíces, hasta los nazarenos se  escandalizan de que de Nazaret pueda salir algo bueno… sin fe, no hay acogida del Reino, es imposible realizar los signos del Reino. Y así la libertad de Jesús se abre paso a otras aldeas. Jesús no les da espalda, es tan sólo el hombre que se debe a su misión, allí donde se acoja el Reino hay que ir.

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