domingo, 28 de octubre de 2018

PENSAR Y ORAR EL DOMINGO 28 DE OCTUBRE, XXX TO


Cuando en los Evangelios se da el nombre de un personaje al que Jesús hace el bien, es porque, con mucha probabilidad, esa persona pasó a formar parte de una comunidad cristiana. Por eso el evangelista conoce su nombre. El pasaje de hoy nos habla de otra conversión que tuvo lugar en Jericó. Es la del ciego Bartimeo, quien, como Zaqueo, también quería conocer a Jesús. Pero, en este caso, no se subió a un árbol, sino que se puso a vocear con todas sus fuerzas para llamar la atención. Y lo consiguió: Jesús, que estaba saliendo de la ciudad, se paró y pidió a sus discípulos que le trajeran a esta persona. 

Resultado de imagen de BARTIMEO


Y entonces Bartimeo hace una cosa muy importante: «soltó el manto», que, probablemente, era casi lo único que poseía. Es decir, no tuvo reparos en quedarse sin nada para poder ver a Jesús. Y Él también se dio cuenta de eso. Jesús vio que Bartimeo fue capaz de desprenderse de todo con tal de verle. 

(PINCHA EL TÍTULO PARA SEGUIR LEYENDO)
Por eso dice Jesús a sus discípulos: «llamadlo». No dice: «traedlo» o «buscadlo». El término «llamar» tiene un significado muy concreto en los Evangelios: Jesús nos llama a ser discípulos suyos, nos llama a formar parte de su Iglesia. Jesús no quiere limitarse a curar la ceguera de Bartimeo, quiere sacarle de su vida sin sentido para introducirle en un mundo nuevo: el Reino de Dios.
Y cuando llevan a Bartimeo ante Jesús, Éste le hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?». Parece una obviedad: ¿qué otra cosa va a querer si no que le cure? Curarle la ceguera a Bartimeo no era más que una excusa para darle lo que realmente deseaba: la salvación. Entonces, Bartimeo, humildemente reconoce que está ciego y le dice: «Maestro, que pueda ver».

La vida de Bartimeo había quedado paralizada no sólo por su ceguera, sino sobre todo por su conciencia de pecado. Bartimeo pensaba que había sido maldecido por Dios, y no había nada peor que le pudiera pasar a un judío. Por eso Jesús le dice: «anda», es decir, «vuelve a caminar normalmente en la vida, eres una persona querida por Dios».

 Imagen relacionada
Y acaba este pasaje diciendo: «Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino». En efecto, Bartimeo se convirtió en discípulo de Jesús y, más tarde, pasó a ser un conocido cristiano, pues su historia de conversión corrió de boca en boca por las primeras comunidades cristianas, llegando a oídos de los evangelistas, los cuales, inspirados por el Espíritu Santo, la incluyeron en los textos evangélicos.

Este pasaje nos deja varias interrogantes importantes para que recapacitemos y hagamos un examen de nuestra fe: ¿buscamos nosotros a Jesús con el ansia de este pobre ciego?, ¿somos capaces de dejarlo todo por ir al encuentro de Jesús?, ¿nos sentimos realmente llamados por Él? Y, lo más significativo de este pasaje: si Jesús nos preguntase qué queremos que haga por nosotros, ¿qué le diríamos? Bartimeo tenía muy claro qué era lo que más necesitaba. ¿Somos conscientes de lo que realmente necesitamos para salvarnos?

Hermanos, este pasaje toca lo más hondo de nuestra persona. Todos, de algún modo, estamos «ciegos». En todos nosotros hay algo que nos impide estar a bien con Dios. Todos necesitamos que Jesús nos ayude a convertirnos interiormente, es decir, a madurar espiritualmente. Pidámosle el valor y la humildad necesarios para decirle: «Maestro, que pueda ver».

(P. Julio Cos O.P.)


UNAMOS A ESTA REFLEXIÓN ESTA PLEGARIA



NO PASES DE LARGO, SEÑOR




Que temo quedarme en la oscuridad,
cuando sé que Tú eres el Señor de la luz perpetua
que me pierdo mucho, si Tú no estás,
y tan sólo gano encerrarme en mi mismo.
Necesito que te detengas, Señor;
Tú sabes que mi voz no siempre es escuchada
Que mi vida es indiferente a muchas personas
Que valgo poco o nada y que, en muchos momentos,
prefiero la tiniebla a la luz.
¿Te detendrás, Señor?
¿Me concederás un minuto de tu eterno tiempo?
¿Me hablarás con palabras de amor?
¿Me enseñarás el sendero que lleva a tu presencia?
¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR!
Me pondré en pie, para que veas
Gritaré, para que me escuches
Insistiré, para que me respondas
Hace tiempo, Señor, que me siento así:
Buscándote para hablarte de lo mío
Preguntando por Ti, para saber más de Ti
Queriendo salir de muchos rincones oscuros
Queriendo ver, con los ojos del Evangelio
¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR!
Acércate y, pronto sabrás, que soy un pobre hombre
Que, creyendo ver, me falta descubrir lo más importante
Que, pensando en todo, a veces se me escapa lo esencial
Que, creyendo amar, lo hago a mi manera
Que, estando seguro de mi mismo, soy barco a la deriva
Por eso, como Bartimeo, Señor, te digo:
¡TEN COMPASION DE MI!
Ten un poco de pasión por mi vida
para que sea un poco más radiante y sencilla
iluminada por la verdad y asentada en la justicia
Ten un poco de pasión por mi alma, Señor,
y desaparezca de ella todo pliegue o arruga
Ten un poco de pasión por mi voz, Señor,
y que sea fuerte y firme para proclamar
que, sólo Tú Señor, eres quien atiende a la humanidad
quien escucha a la humanidad
como Dios manda
Amén.

(Javier Leoz)




No hay comentarios:

Publicar un comentario