domingo, 4 de diciembre de 2016

CUSTODIOS DE LA ESPERANZA

El pasado sábado saltaba a los MCS la noticia del proyecto de sacrificar en Argentina a 100.000 castores. Habían sido importados de Canadá en los años 50 y aquellas contadas parejas hoy se han multiplicado hasta el punto de haber cambiado el curso de ríos, anegar tierras al acumularse el agua en otras zonas y haber convertido en un erial zonas boscosas. (La imagen que acompaña el artículo habla por sí misma, un desierto que se amplía año a año).

¿A quién y cómo salvar, puede ser posible que el árbol y arroyo conviva con el castor? Las voces críticas de colectivos ecologistas han alertado de la pretensión de acabar con los castores sin más consenso. Seguro que a todos nos gustaría hallar una solución de respeto, ni las decisiones unilaterales ni la inactividad traerán una solución.


Como este hecho, la vida misma se muestra tozuda y quien quiera cambiarla debe entender el oficio de herrero que para forjar el duro metal tiene que recorrer un proceso que, por su tenacidad, supere la resistencia del metal al cambio. Es un oficio bonito, pero difícil. Como difícil es mantenerse en el compromiso por un cambio que busca humanizar el mundo. Por eso necesitamos personas como los profetas.

Los profetas la anuncian
La profecía es una reflexión que, a partir de los acontecimientos que van ocurriendo en la historia, aprovecha para abrir paso a una profunda esperanza que motiva y mueve a seguir trabajando en ese proyecto que es el Reino de Dios, un modo de vida que nos humaniza a nosotros y, con nosotros, al mundo.

No es una corriente de ingenuos, ni de utópicos-ilusos, tampoco de agitadores políticos. Es, más bien, una corriente de custodios de la esperanza a la que cuidan. La fundamentan en una religiosidad profunda porque, ellos dicen, solo en Dios puede encontrar una buena base la esperanza que aguante la vida.

Pero conocen, también, nuestra tendencia al desánimo, unos por comodidad, y entonces su lenguaje es de denuncia y crítica para sacudir nuestra poltrona; otros es por cansancio, entonces su lenguaje adquiere unos niveles de sentido poético, como el de hoy de Isaías, para meternos por los ojos de la belleza plástica el ideal posible de un mundo en convivencia: si él anunciaba el consenso entre el cabrito y la pantera ¿por qué no el castor y el bosque?

Y la mantienen

Los profetas mantienen la esperanza de los pobres, les hablan con ternura y hablan con radicalidad a quienes  usurpan la esperanza de los débiles.

Juan Bautista es el último de los que anuncian la venida histórica del Mesías, el gran nombre con el que designaban a quien traería la esperanza al mundo. Lo proclama con un sentido de inminencia para prepararse ya a recibirlo. Sin preparación es poco probable que se le capte.


Por eso, Juan Bautista es, para nosotros como el anunciador de la inminencia existencial. Porque Jesús ya vino a la historia, pero está por venir a la experiencia vital de muchos que no se han dado cuenta de su importancia para nuestra vida de cada día. Él nos trae la esperanza de otro mundo más humano. Y a ver como se vive sin esperanza.

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