domingo, 18 de septiembre de 2016

DOMINGO 18 DE SEPTIEMBRE

QUE EL MEDIO NO SE CONVIERTA EN UN FIN
Reflexión para el domingo XXV del Tiempo Ordinario

 “No podéis servir a dos amos…No podéis servir a Dios y al dinero”

¿Servicio o servidumbre?

Parece una tontería entrar en esta distinción cuando tenemos tan claro el texto del Evangelio: o Dios o el dinero. ¿Así de fácil? ¿así de difícil? La verdad es que nos lo deja muy claro y no nos da ningún margen.


Por eso a mí me parece muy importante distinguir entre servicio y servidumbre, y no es por abrir una gatera por dónde escapar “cristianamente” de esta decisión.

El siervo tiene un amo, elegido o no, justo o no, al que quiere o no, al que te entregas con voluntad o simplemente obedeces por miedo, costumbre, rutina, o por que te protege y asegura una vida mediocre, pero vida al fin y al cabo.

Desde esta perspectiva, hay que elegir: servir al amo con honradez, o con villanía; aceptarlo como es o engañarlo. Pero…¿quererlo?

“Los hijos de la luz” de los que habla el Evangelio y en los cuales queremos vernos reflejados, son servidores, no siervos. Han elegido el servicio por propia voluntad, desde la libertad, y más importante aún, desde el amor.

Puedo elegir servir a Dios desde el corazón, desde ese amor que me llena y al cual me siento ligado, agradecido, realizado, querido, cuidado. Ese amor que da sentido a mi vida, la cual pongo a su servicio desde mi voluntad.

Y poner mi vida a su servicio supone poner TODO, incluido el dinero.

Los hay siervos del dinero, sufriendo su servidumbre.

Los hay servidores de Dios que ponen su dinero al servicio de lo más humano: el amor. Y ese amor nunca se queda en uno mismo, si es amor del de verdad, sino que pone su vida, incluido su dinero, al servicio del hermano más necesitado: de las organizaciones más solidarias, del pariente desfavorecido, del amigo caído en desgracia, de la última  catástrofe, de la necesidad conocida de un vecino, incluso de ese billete de autobús que pagas a un hermano que sube sin dinero o sencillamente sin cambios, porque el dinero, como el amor, no se puede medir en cuánto tiene el otro, sino en qué puedo yo hacer con el que tengo. 

De esta manera la decisión entre servir a Dios o ser siervo del dinero, se convierte entre elegir ser libre o ser esclavo. Y esto creo que todos lo tenemos claro.                                                                                      (Concha Morata)

2. UNA IMAGEN PARA PENSAR



3. UNA PLEGARIA SENCILLA Y REALISTA

Jesús me pide  escribir “dinero” con minúscula;
me pide hacer  del dinero un medio, nunca un fin; 
me pide no hacer del dinero un dios, 
porque Dios con mayúscula solo hay uno. 
Jesús me habla de este Dios, desde este Dios, 
y me invita a buscar a este Dios,
 a encontrarme con Él, a ganármelo.

En vez de lamentarme del afán de dinero, 
Jesús me pide abrirme más y más a Dios y vivir desde Él. 
Así es como no endiosaré al dinero.

Tengamos  la inteligencia de tener a Dios 
por más importante que al dinero, 
y, si el dinero nos lleva a perder de vista a Dios, 
tengamos la valentía de renunciar al dinero. 



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