Con cuánta frecuencia tratamos de encontrar soluciones rápidas,
triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del
crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma
impaciencia, aspiramos a resultados en
corto plazo, y abandonamos súbitamente justo cuando ya estamos a punto de
conquistar la meta.
Es tarea difícil convencernos que
llegamos a la meta sólo cuando luchamos de forma perseverante y sabemos esperar
el momento adecuado. A veces en ocasiones estamos frente a situaciones en las
que creemos que nada está sucediendo, perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo
esperado, y es bastante frustrante.
Si no consigues lo que deseas, no
desesperes…quizás sólo estés echando raíces. No hay fe sin esperanza, la
fe sin esperanza está muerta y la esperanza, privada de la fe, resulta ciega.
Añadiría que la fe sin esperanza, es como una cáscara vacía.
Nada llega cuando nosotros lo
decidimos, la fe es una espera hecha de paciencia, calma, paz…y tiempos largos.
Implica la capacidad de resistir al desaliento y la desilusión. Dios se hace esperar, y nosotros
andamos siempre con tantas prisas, necesitamos de tantas explicaciones.
La aventura no se acaba cuando se
alcanza la fe, o mejor dicho cuando uno es alcanzado por el don de la fe, al
contrario la aventura comienza con la fe. Ya dice Agustín que es necesario
“buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando”, apenas uno encuentra
la fe, es cuando comienza, recomienza a buscar.
Creer significa estar dispuesto a
partir, a caminar, el pueblo al que Dios acompaña está formado por caminantes
incansables, que miran hacia adelante. La misma Iglesia es roca, pero no en el sentido de inmovilidad, es una piedra
que ofrece garantía de solidez porque…no se está en su sitio. Es roca, pero
roca que camina.
Hay que leer la parábola de Lucas
mirando al siervo y no al amo. Nosotros somos los “siervos”, que debemos
identificarnos con el comportamiento del siervo que trabaja con empeño, amor y
humildad, hacen falta siervos incansables que ponen a disposición del Señor, un
espinazo que se dobla y una sonrisa que les impide perder el sentido de las
proporciones. Y cuando levantan la cabeza para coger aliento y respirar, no lo
hacen para recibir la corona de laurel, sino para secarse el sudor.
“Señor aumenta nuestra fe”… y
ayúdanos a no tomarnos demasiado en serio.
SEÑOR, DANOS FE, UNA FE GRANDE
DAME FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA,
SEÑOR
Para que,
orando, me olvide de todo lo que me rodea
y, viviendo,
sepas que Tú habitas en mí.
Para que,
creyendo en Ti, anime a otros a fiarse de Ti
A moverse
por Ti
A no pensar
sino desde Ti
¿Me
ayudarás, Señor?
¿Será mi fe
como el grano de mostaza?
Dame la
capacidad de esperar y soñar siempre en Ti
Dame el don
de crecer
y de robustecer mi confianza en TI
Dame la
alegría de saber que, Tú, vives en mí
Dame la
fortaleza que necesito para luchar por TI
DAME FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA
Sencilla,
pero obediente y nítida
Radical,
pero humilde y acogedora
Soñadora,
pero con los pies en la tierra
Con la mente
en el cielo, pero con los ojos despiertos
Con los pies
en el camino, pero con el alma hacia Ti
¿Me
ayudarás, Señor?
Dame fe,
como un grano de mostaza
¿Será
suficiente, Señor?
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