Así nos anima el significado de esta fiesta dominical; tenemos un nombre, SOMOS, alguien nos ha preparado una misión, nos acompaña y nos fortalece para ser fieles.... y no estamos solos, no somos socios de un club, estamos mucho más que inscritos, nuestra vida no cabe como un "registro" más. Con nuestro bautismo hemos sido inscritos en el LIBRO DE LA VIDA .
Y como buen libro, éste se abre con una portada maravillosa: el Bautismo de Jesús, una portada lujosa, a color... ¡vamos a echar un vistazo!
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Los que acudían a bautizarse con Juan confesaban sus
pecados. Pero no los individuales, sino los de la sociedad de la que formaban
parte como actores o como víctimas. Seguramente a muchos de nosotros nunca no
se nos ocurriría confesarnos de los pecados de la sociedad de consumo; por
ejemplo, del hambre que esta sociedad provoca en el mundo y de las muertes que
causa con la multitud de sus guerras. Y sin embargo, en mayor o menor medida
somos responsables de esta sociedad a la que pertenecemos. Precisamente Jesús
acudió al bautismo de Juan no para convertirse y confesar sus pecados
individuales, sino los de su sociedad, de la que él se sentía plenamente
miembro.
Juan ejerce de mediador del perdón de Dios
Vemos que en el hinduismo la gente se introduce en el río
Ganges para la lavarse ella misma como signo de purificación. También el
judaísmo existía algo parecido. Sin embargo en el bautismo de Juan no es el
propio individuo el que realiza la inmersión, sino Juan o sus ayudantes. Quizás
con ello se quería dar a entender que no es el individuo el que alcanza la
purificación, sino que el perdón es un don gratuito de Dios, que el individuo
recibe por mediación de Juan. Desde la encarnación de Jesús, los seres humanos
somos mediadores de la bondad infinita de Dios Padre para con los demás seres
humanos. De salvados, tenemos que convertirnos en salvadores.
El horizonte de la esperanza de Juan
Lo que Juan esperaba y anunciaba era la actuación
liberadora de Dios para transformar la situación de esclavitud y opresión que
vivía gran parte de su pueblo. De ningún modo era una esperanza espiritualista,
sino que Juan se refería a la transformación de aquel mundo en el que él vivía.
El mundo, la creación es obra de Dios y como tal, objeto de su amor y cuidado.
Juan quería reavivar la esperanza en medio de una situación de amenaza y de
opresión extremas señalando los caminos para afrontar con valentía dicha
situación y conseguir una gran transformación de la vida del pueblo.
El bautismo cristiano
Juan no era el Mesías, sino un precursor, un preparador del
camino del “más poderoso”. Los primeros cristianos consideraron a Jesús como el
Mesías que anunciaba Juan. En él vieron que tenía una relación con Dios como
Padre y que actuaba bajo el impulso del Espíritu. Por eso le atribuyeron a su
bautismo por Juan las características propias del Mesías: descenso del Espíritu
santo sobre él y la voz del cielo que proclama “Tú eres mi Hijo, el amado”. La
voz divina en el bautismo expone la relación íntima del Padre con el Hijo. Así
quedaba legitimada y fundamentada la misión que Jesús iba a emprender a
continuación.
Con Jesús, se hacen presentes la absoluta voluntad salvífica
de Dios, su compasiva misericordia y su generosa bondad y, por tanto, la
oposición a todas las formas de mal y de sufrimiento. En palabras de Juan, a
este Jesús–Mesías le corresponderá aplicar el «bautismo con fuego», para
realizar la purificación última de Israel, y el «bautismo con espíritu santo»,
que debe efectuar la renovación definitiva y la plenitud de vida y salvación de
los marginados y oprimidos por los poderosos.
Al mismo tiempo, ese Mesías “bautizado” con Espíritu santo
aparece como representante anticipado de la Iglesia, que también va a ser
“bautizada” con Espíritu santo. Para los cristianos, el rito bautismal del
inicio de nuestra existencia cristiana representa el sello de la elección de
Dios por medio del don del Espíritu y del ser hijos de Dios.
Después de Pascua y de la Ascensión, a los cristianos se nos
da este Espíritu de Cristo como una energía y como un reto que nos dice:
¡Conviértete y sirve a tus hermanos los hombres, sobre todo a los más excluidos
y necesitados! Y a los sacerdotes de nuestra iglesia, quizás también valga la
crítica de Juan a los sacerdotes del templo de Jerusalén: no utilicéis la fe
del pueblo para enriqueceros y dominar, sino convertíos y predicad con el
ejemplo la buena nueva del reino de Dios, que es sanación para los más débiles.
Baldomero López Carrera
Laico Dominico
Laico Dominico
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