Las Bodas de Caná
Bartolomé
Esteban Murillo. 1670-1675
179 x 235 cm.
Museo Barber Institute of Fine Arts
Con
Él la fiesta empezó
De virtudes teologales
Colma mi vaso terroso,
De mis cardos, haz trigales
Para gloria del Esposo,
Y exprime de mis zarzales
Vino puro y generoso.
María, “No tienen vino”
Dile de nuevo al Señor.
Al andar hago camino,
Concédeme este favor:
En el lagar y en el molino
Dar fruto dulce del amor.
María de
Cristo Rey
Monasterio
de Santa Clara, (Sigüenza)
Para quienes hemos podido
asistir a la representación del música 33, no hace falta demasiadas referencias
a la importancia que en este nuevo musical sobre Jesús, se da a la figura de
María, siguiendo el evangelio de Juan, María aparece como la Mujer que suscita
la hora mesiánica; quien nos abre y sirve el mejor vino, quien nos recuerda que
con Él, la fiesta del Reino ha comenzado. María es catalizadora de los tiempos
mesiánicos, memoria de los inicios que gracias a ella pasan a ser públicos.
No sé si se prolongará la
representación de este musical, y no es mi intención aquí emitir una crítica,
pero al menos quisiera destacar la huella que el pasaje de Caná imprime en el
musical, parece como si el aroma del vino de Caná y la fiesta llegasen hasta la
Pascua. Y en esa continuidad contemplativa de María hacia el misterio del
Reino, es en donde debemos aprender a ser discípulos, la consigna no es una
orden para sirvientes, sino una clave del seguimiento: Haced lo que Él os diga.
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Sus palabras atraviesan los
tiempos, se actualizan en nosotros como la versión del montaje fotográfico
inspirado en la obra de Murillo que acompaña este artículo. Cuando lo vi, me
pareció estar de nuevo en el espacio 33 viendo el musical, qué tendrá la
intuición de Murillo que puede releerse en cualquier época, en el fondo, es
sabor a evangelio.
Como entonces, Jesús toma el
agua de tu vida, sólo Él la puede transformar en vino. Él cata la profundidad
de tu existencia, y desde su vaciedad e integridad acuosa, Él es capaz de criar
el mejor caldo, un Gran Reserva de su evangelio.
DESDE LA PALABRA
De mano de Juan y María, de mano
que quienes asistieron a esa fiesta, nos acercamos hasta a aquella aldea, de
puntillas, para que nuestros pasos discretos no interrumpan la música de
fiesta. Nos invitamos a la boda, como aquellos que se acercan a ver el vestido
de la novia, nos intriga el amor de los novios...Invitados a la boda. María lo
estaba, y con ella acuden Jesús y los suyos. María, la Mujer acompañada nos
lleva y nos trae a Jesús. Es la Mujer Nueva que genera familia, crea Iglesia,
pues ha llegado el Esperado, va comenzar su Hora. La Hora mesiánica comienza en
un contexto de amor, de esponsalidad. María es la llave que abre los tiempos
mesiánicos, ella suscita la Hora. Siempre me ha admirado el detalle del evangelio
que sucede tras la respuesta de Jesús: A
ti y a mí, qué mujer… Lo habitual hubiera sido una respuesta insistente por
parte de María haciendo ver al Hijo la importancia de que faltase el vino;
quizá se podría haber callado para no forzar la situación, no era su problema,
ella no había derramado el vino ni se había comprometido a dárselo, no era su
problema…María no insiste en su solicitud, ni hace suyo el problema ni da una
solución de compromiso, tan sólo suscita el milagro, pasa al gran hecho: Haced lo que Él os diga. Da por asentado
que Jesús accede, y se dirige a los sirvientes. María no precipita los tiempos,
no fuerza la situación respecto a la Hora, ofrece el marco ideal para que ésta
se inicie
Romano el Meloda realizó una
paráfrasis de este texto evangélico en un hermoso poema, del que recordamos
algunos versos:
Por favor, Virgen venerable,
¿qué milagros has contemplado
para saber que tu Hijo
sin haber vendimiado la uva,
podía conceder el vino?
Al llegarnos a Caná, descubrimos
una madre, no es la madrina, ni su porte llama la atención de los indiscretos.
Sin embargo aunque no la miren, ella mira, ella descubre, ella está atenta.
Aprendemos a mirar cómo mira la no
ignorada. Tan sencilla, que hasta parece que su propio Hijo desatiende
inicialmente su ruego. Pero Jesús, sin más discursos, recuerda que sus ojos
miran como los de su madre, en comunión de niñas, siente que de Niño le enseñó
a mirar con el corazón, y que el corazón no distingue los asuntos, porque la
causa del hombre es la causa de Dios, y “a ti y a mí” nos llevan a implicarnos
en las causas de los débiles.
Desde esa comunión, no se
necesitan más réplicas, ni diálogos convincentes, de si es la hora, ha llegado
el TIEMPO de AMAR. Una nueva hoja cae en el calendario, Kairós ha vencido a
Cronos, ha llegado la hora de salvación. La oportunidad se llamará ocasión,
y ya no la pintarán calva. A la oportunidad de amar, a la ocasión que
suscita la Hora, Juan la ha pintado como novia en Caná.
Y desde este cuadro, desde este
nuevo modo de entender la ocasión, sabemos que si nos dejamos guiar por el Haced
lo que Él os diga, surge un nuevo orden, una nueva creación, donde las
vaciedades en número de seis, se transformen en plenitud desconocida.
Qué fuerza la de estas palabras.
Nos cautiva la firmeza de la escena, Jesús que en todo momento “controla la
escena”. No es mago incipiente al que se le escape algún detalle. De la
chistera de su corazón descubre un manantial que resulta abierto desde siempre,
aunque tuvo que llegar la ocasión de la espita, María lo ha conseguido.
DESDE LA TRADICIÓN
Poder disfrutar hasta el próximo
17 de marzo de la Exposición de Murillo en el Bellas Artes de Sevilla, nos ha
devuelto a España, una de sus obras más coloristas y complejas: Las Bodas de Caná. Configura la escena
con veinte personas, algo que es excepcional en sus composiciones, que suelen
contar con un número más reducido de personajes. En el centro se hallan los
novios, inundados por la luz blanca y potente que se dirige hacia los cántaros
de primer plano, verdaderos protagonistas de la escena. Los personajes aparecen
ataviados con vestimentas de diversas épocas, los protagonistas ofrecen una
imagen orientalista, los siervos, sin embargo, visten a la moda del siglo XVII,
de un modo especial el joven africano, que se mueve entre los criados que están
llenando las cántaras, dentro de la sala. En la parte posterior, algunos
comensales parecen murmurar… ¿qué pasará
con esa invitación tan curiosa de llenar las tinajas de agua?
La compleja escenografía parece casi una fiesta oriental en
la época del artista. El empleo de estos vestidos, la amplitud del escenario y
el gran número de figuras empleadas traen a la memoria las escenas inspiradas
en la obra de Veronés, de quien toma incluso la referencia a la arquitectura
clasicista palaciega en la que se desarrolla la escena. La iluminación
utilizada por el maestro configura un sensacional efecto atmosférico, diluyendo
los personajes del fondo, de la misma manera que hace Velázquez. Sin embargo,
Murillo no renuncia a recoger todo tipo de detalles, especialmente en primer
plano.
UNA IMAGEN PARA ORAR
Murillo nos invita a perdernos en la escena: ser aprendiz
apóstol que hace suyas las palabras de María a los sirvientes; ser dóciles a la
invitación como ellos y llenar las tinajas sin reservas; ser como los esposos
que casi ajenos a lo que ha pasado sólo piensan que el amor es la fiesta que da
sentido al vivir. Ser testigos callados como el pequeño can fiel que mira
atento las manos de Jesús, no es convidado de piedra como alguno de los
asistentes, ni duda de la eficacia de sus palabras, no pregunta por el porqué o
el cómo… sólo es fiel.
La copa de dulce vino
de Caná de Galilea
mi alma de ti desea,
Jesús, esposo divino.
de Caná de Galilea
mi alma de ti desea,
Jesús, esposo divino.
Ese era el vino guardado
para las Bodas del Hijo,
la copa del regocijo
que inaugura su reinado.
Era el vino del inicio
que Dios consigo tenía
y ahora en la Eucaristía
es sangre del sacrificio.
para las Bodas del Hijo,
la copa del regocijo
que inaugura su reinado.
Era el vino del inicio
que Dios consigo tenía
y ahora en la Eucaristía
es sangre del sacrificio.
Madre amada, profetisa,
que ves donde no se ve,
Jesús acepta tu fe,
y obra en su Hora indivisa
que ves donde no se ve,
Jesús acepta tu fe,
y obra en su Hora indivisa
Este signo es la primicia
de los que vienen después:
Jesús nos da lo que es,
que es don del Padre y delicia.
de los que vienen después:
Jesús nos da lo que es,
que es don del Padre y delicia.
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