En medio de este tiempo de Cuaresma somos invitados a
participar de la Mesa del Señor. Cristo, Muerto y Resucitado, en la Pascua
semanal nos va iluminando y guiando hasta la celebración anual de su Misterio
Pascual. Como preparación para este encuentro recorremos la senda de la
conversión, iluminados por la Palabra del Señor, que nos urge a la caridad, y a
tomar conciencia de nuestra condición de Bautizados.
La proclamación y escucha de la Palabra nos prepara y
conduce a la Pascua. Jesucristo es Nuestra Pascua. En estos domingos de
Cuaresma estamos escuchando algunos evangelios de fuerte resonancia y
significado bautismal: el encuentro de Jesús con la samaritana (el domingo
pasado, el 3º de Cuaresma), la curación del ciego de nacimiento (hoy, este 4º
domingo de Cuaresma) y la resurrección de Lázaro (el próximo domingo).
Jesucristo se nos va revelando como Agua viva, la Luz del Mundo, y la
Resurrección y la vida.
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Jesucristo realiza signos-acciones que revelan su
identidad como Enviado e Hijo de Dios, como Mesías y Encarnación de la Gloria
de Dios. Cristo al darle la vista a aquel ciego suscita un itinerario de descubrimiento, reconocimiento y testimonio
sobre Jesús.
El ciego de nacimiento descubre que aquel hombre que lo
ha curado viene de Dios. El milagro-signo obrado en él, muestra quién es Jesús,
cuál es la misión y cuál es su relación con Dios Padre. El ciego, sanado,
recibe el don de la vista, y junto con esto, también acoge al “dador” de ese
don, a Jesús el Señor.
El encuentro con Cristo ha provocado vida, ha suscitado
la fe. El ciego de nacimiento se erige como modelo a imitar para todo aquel que
desea realizar ese camino de fe en Jesús como Señor, como Hijo y Enviado de
Dios. El cristiano es el que descubre, acoge y comparte la Luz de Vida que es
Cristo.
2. UNA HISTORIA PARA VER Y CREER
3.UN VIDEO PARA PENSAR
4. UNA PLEGARIA PARA CREER Y VER
Tócame,
Señor, porque sabes que soy débil barro
y,
con tu mano, con un poco más de barro
coloca
sobre mis ojos algo que despierte mi ceguera.
¡Son
tantas cosas las que no veo con claridad!
Confundo,
la verdad, con mis propias verdades
tu
voluntad con mis oportunos caprichos.
Quiero
ver, Señor, pero con tus ojos.
Que
no me conforme con lo puramente externo
con
aquello que, siendo bueno,
me
dice que Tú no puedes darme la luz que necesito
con
aquello que, siendo luminoso,
no
llega a clarificar mi conciencia ni mi destino.
¿Me ayudarás, Señor, a ver como Tú
y contigo?
Que
contemple las maravillas del mundo
pero
que lo haga con ojos agradecidos hacia el cielo
En
cuántos momentos, Señor,
llego
a pensar que todo lo que me rodea o siento
es
obra exclusiva de la invención del hombre
¿Me
ayudarás, Señor, a superar la ceguera espiritual?
¿Me
curarás cuando mis ojos ya no lloren por los demás?
¿Limpiarás
mis miradas cuando sean egoístas y vacías?
¿Enseñarás
a mis ojos el resplandor de tu rostro, Señor?
QUIERO VER, SEÑOR, PERO CONTIGO
Que,
en el horizonte, sepa descubrirte como lo más significativo
Que
no me falle, hoy ni nunca, el telescopio de la fe
ese
don que sabe llegar donde el ojo humano no alcanza
Esa
fe que es lente perfecta para sentirte y vivirte
y
para reconocerte como lo que eres: ¡El Señor!
Ayúdame,
Señor, a creer en Ti, a esperar en Ti
sin
condiciones, pruebas ni exigencias.
Ayúdame,
Señor, a verte por encima de toda apariencia
más
allá de aquello que, mi ceguera espiritual,
me
invita a cerrarme en mi oscuridad diciéndome que no existes.
Amén (P. Javier Leoz)
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