En tiempos de Jesús y los primeros cristianos, el emperador era el hombre más poderoso de la tierra. Los reyes de la antigüedad y de la época moderna tampoco estaban lejos de esta imagen imponente, poderosa, maravillosa, lleno de riquezas, honor y glorias. Eran personas que estaban por encima del resto de la humanidad. Pero este imaginario nos puede traicionar si lo queremos aplicar a Jesús como rey. El rey de los judíos, título que recibió Jesús como burla y manifestado en la cruz, es diverso, no se parece en nada a los reyes de ese mundo ni el nuestro. Jesucristo rey del Universo es diverso y contracultural que acoge a los pecadores y salva hoy.
Cristo tiene que reinar. No se impone, quiere que como el buen ladrón le pidamos formar parte de su reino. Sólo Él es Rey que acoge perdonando.
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