La segunda parte de la Cuaresma (domingos tercero, cuarto y
quinto) cada uno de los Ciclos tiene un tono propio marcado por los Evangelios
que se leen en ellos: el Ciclo A tiene un tono Bautismal (se inicia un proceso
catecumenal que culmina con el bautismo en la noche de Pascua), el Ciclo
B incide más en el camino de la Cruz, y el actual Ciclo C insiste en la
necesidad de la conversión y por eso en los próximos domingos –el hijo pródigo
y la adúltera- nos presentarán, desde distintas perspectivas, la misericordia
de Dios y también la nuestra.
La Cuaresma viene a ser como un signo sacramental de esta
conversión. Es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y
concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social,
poniendo en práctica las clásicas armas que nuestra madre la Iglesia pone a
nuestra disposición: el ayuno (encuentro con nosotros mismos), la oración
(encuentro con Dios) y la limosna (encuentro con nuestros hermanos).
Alguien ha dicho que la conversión es “ponerse de cara a
Dios” para ver reflejada nuestra realidad de pecado y poder corregir el camino
equivocado. Pero lo primero que necesitamos es saber quién es y cómo es
el Dios en el que creemos. Este deseo de conocer de verdad a Dios nos viene
dado a través de lo que Dios ha manifestado al hombre a lo largo de la
historia del Pueblo de Israel y a través de lo que Jesús nos reveló sobre su
Padre Dios.
Hoy la primera lectura nos cuenta cómo Dios se revela
a Moisés y a través de él al pueblo judío, como “Yo soy el que Soy” y
llegada la plenitud de los tiempos se nos revelará en Jesús como el
Emmanuel “Dios con nosotros”. Este es un Dios que: “Ve, oye, escucha,
conoce los sufrimientos de su pueblo”. No es un Dios lejano: “he bajado a
librarlo, a sacarlo de esta tierra” Es el Dios que libera y ofrece un camino de
verdadera libertad para vivir en otra tierra donde puedes ser tú mismo sin
ningún signo de esclavitud.
Ese Dios que es “compasivo y misericordioso” es el que nos
acompaña en este nuevo éxodo de la vida de todo cristiano y que San Pablo nos
invita a caminar por ese camino que nos ayuda a encontrarnos con nosotros mimos
(ayuno) para encontrarnos de verdad con Dios (oración) y con los hermanos
(limosna), y nos conduce a la verdadera tierra que “mana leche y miel”, signos
de la auténtica libertad que Dios quiere para nosotros.
Acontecimientos negativos
Jesús en los versículos del evangelio que leemos hoy nos
indica por donde tiene que ir la fuerza de la conversión en nuestros días.
Parte de unos acontecimientos que también se pueden dar entre nosotros en la
actualidad. En nuestra sociedad española estamos viviendo acontecimientos muy
duros para la verdadera convivencia serena y capaz de construir un mundo más
pacífico y justo. La comunidad cristiana en esta Cuaresma del 2019,
tendríamos que dejarnos iluminar por lo que hoy leemos en este
fragmento del evangelio de Lucas. A Jesús se le acercan “algunos” que le
cuentan dos hechos ocurridos (la matanza que Pilato realizó de algunos
galileos que se habían sublevado , y la muerte de otros como consecuencia del
derrumbe de la torre de Siloé). Jesús trata de hacerles comprender que estos
acontecimientos no es ningún castigo de Dios y de lo que se trata es
hacer posible un cambio de actitud. Hay que saber hacer una lectura creyente de
todo acontecimiento. Conviene preguntarse: ¿Qué nos quiere decir Dios con lo
que acontece?. Resulta dura la expresión de Jesús: “si no os convertís, todos
pereceréis de la misma manera”. El intenta conseguir que el
auditorio reaccione y se de cuenta que lo básico en el seguimiento es la
conversión personal. Queda claro que no hay, netamente, buenos y malos; todos
estamos necesitados de conversión; nadie puede decir que está libre de culpa.
Parábola de la higuera
La parábola de la higuera que no produce fruto, que Lucas
narra a continuación, es para que todos los que lo oyen se la apliquen a sí
mismos. La maldad no está solo en otros, sino también en uno mismo. Es
importante darnos cuenta de la paciencia que Dios tiene con cada uno de
nosotros. El Señor que es ”compasivo y misericordioso” se deja llevar de este
sentimiento ante los que no dan fruto, ante los que damos una imagen de torpeza
y lejanía de los designios de Dios.
El Señor sigue “bajando a liberar a su pueblo” y la Iglesia
nos ofrece este “día de la salvación”. Aprovechemos estas circunstancias para
convertirnos y dar frutos de buenas obras. Convertirse es dejarse llevar por
Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar la vida como El.
Está claro que el Dios revelado por Jesús no es vengativo,
justiciero, castigador, sino todo lo contrario: es un Dios que nos ama, nos
comprende, nos disculpa, nos perdona. Hace caso al viñador que le ruega: “Señor,
déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto”.
Que la Palabra de Dios que hemos proclamado y la celebración
de la Eucaristía nos den la fuerza necesaria para dar frutos de verdadera
conversión.
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