Cuando en los Evangelios se da el nombre de un personaje al
que Jesús hace el bien, es porque, con mucha probabilidad, esa persona pasó a
formar parte de una comunidad cristiana. Por eso el evangelista conoce su
nombre. El pasaje de hoy nos habla de otra conversión que
tuvo lugar en Jericó. Es la del ciego Bartimeo, quien, como Zaqueo, también
quería conocer a Jesús. Pero, en este caso, no se subió a un árbol, sino que se
puso a vocear con todas sus fuerzas para llamar la atención. Y lo consiguió:
Jesús, que estaba saliendo de la ciudad, se paró y pidió a sus discípulos que
le trajeran a esta persona.
Y entonces Bartimeo hace una cosa muy importante: «soltó el
manto», que, probablemente, era casi lo único que poseía. Es decir, no tuvo
reparos en quedarse sin nada para poder ver a Jesús. Y Él también se dio cuenta
de eso. Jesús vio que Bartimeo fue capaz de desprenderse de todo con tal de
verle.
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Y cuando llevan a Bartimeo ante Jesús, Éste le hace una
pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?». Parece una obviedad: ¿qué otra cosa
va a querer si no que le cure? Curarle la ceguera a Bartimeo no era más que una excusa para darle lo que
realmente deseaba: la salvación. Entonces, Bartimeo, humildemente reconoce que
está ciego y le dice: «Maestro, que pueda ver».
La vida de Bartimeo había quedado paralizada no sólo por
su ceguera, sino sobre todo por su conciencia de pecado. Bartimeo pensaba que
había sido maldecido por Dios, y no había nada peor que le pudiera pasar a un
judío. Por eso Jesús le dice: «anda», es decir, «vuelve a caminar normalmente
en la vida, eres una persona querida por Dios».
Este pasaje nos deja varias interrogantes importantes para
que recapacitemos y hagamos un examen de nuestra fe: ¿buscamos nosotros a Jesús
con el ansia de este pobre ciego?, ¿somos capaces de dejarlo todo por ir al
encuentro de Jesús?, ¿nos sentimos realmente llamados por Él? Y, lo más
significativo de este pasaje: si Jesús nos preguntase qué queremos que haga por
nosotros, ¿qué le diríamos? Bartimeo tenía muy claro qué era lo que más
necesitaba. ¿Somos conscientes de lo que realmente necesitamos para salvarnos?
Hermanos, este pasaje toca lo más hondo de nuestra persona.
Todos, de algún modo, estamos «ciegos». En todos nosotros hay algo que nos
impide estar a bien con Dios. Todos necesitamos que Jesús nos ayude a
convertirnos interiormente, es decir, a madurar espiritualmente. Pidámosle el
valor y la humildad necesarios para decirle: «Maestro, que pueda ver».
(P. Julio Cos O.P.)
UNAMOS A ESTA REFLEXIÓN ESTA PLEGARIA
NO PASES DE LARGO, SEÑOR
Que temo quedarme en la oscuridad,
cuando sé que Tú eres el Señor de la luz
perpetua
que me pierdo mucho, si Tú no estás,
y tan sólo gano encerrarme en mi mismo.
Necesito que te detengas, Señor;
Tú sabes que mi voz no siempre es
escuchada
Que mi vida es indiferente a muchas
personas
Que valgo poco o nada y que, en muchos
momentos,
prefiero la tiniebla a la luz.
¿Te detendrás, Señor?
¿Me concederás un minuto de tu eterno
tiempo?
¿Me hablarás con palabras de amor?
¿Me enseñarás el sendero que lleva a tu
presencia?
¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR!
Me pondré en pie, para que veas
Gritaré, para que me escuches
Insistiré, para que me respondas
Hace tiempo, Señor, que me siento así:
Buscándote para hablarte de lo mío
Preguntando por Ti, para saber más de Ti
Queriendo salir de muchos rincones
oscuros
Queriendo ver, con los ojos del
Evangelio
¡NO PASES DE LARGO, SEÑOR!
Acércate y, pronto sabrás, que soy un
pobre hombre
Que, creyendo ver, me falta descubrir lo
más importante
Que, pensando en todo, a veces se me
escapa lo esencial
Que, creyendo amar, lo hago a mi manera
Que, estando seguro de mi mismo, soy
barco a la deriva
Por eso, como Bartimeo, Señor, te digo:
¡TEN COMPASION DE MI!
Ten un poco de pasión por mi vida
para que sea un poco más radiante y
sencilla
iluminada por la verdad y asentada en la
justicia
Ten un poco de pasión por mi alma,
Señor,
y desaparezca de ella todo pliegue o
arruga
Ten un poco de pasión por mi voz, Señor,
y que sea fuerte y firme para proclamar
que, sólo Tú Señor, eres quien atiende a
la humanidad
quien escucha a la humanidad
como Dios manda
Amén.
(Javier Leoz)
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