SOBRE LA NECESIDAD DE DISCERNIR:
Y ELEGIR LO MEJOR...
REFLEXIÓN PARA ESTA SEMANA
Al comienzo de la Cuaresma todos los cristianos estamos
invitados a acompañar espiritualmente a Jesús en el desierto. Estos cuarenta días
son para nosotros como una cura para habituarnos a Dios, para habituar no solo
de nuestro espíritu, también nuestra carne a Dios, pues también nuestra carne
tiene futuro, está llamada a la resurrección. Como Jesús, tendremos que
confrontarnos con Satanás, a quien el Señor llama en alguna ocasión «príncipe
de las tinieblas» o «príncipe de este mundo». El tentador aprovecha los
momentos de debilidad, de cansancio o de angustia para hacernos caer en sus
trampas. Pero tampoco los momentos de oración están exentos de tentación. Toda
circunstancia puede ser propicia para tratarnos de separar de Dios. Como decían
los antiguos, el diablo tiene envidia de los que tienden a lo mejor. Sólo
amando intensamente al Padre ‒como hizo Jesús‒ podremos superar la tentación;
sólo amando más al Padre que nuestro propio interés o que nuestras supuestas
necesidades podremos resistir cualquier embate. El amor puede con la tentación.
Si el amor es fuerte, no hay tentación que se le resista.
Del desierto Jesús sale listo para comenzar su misión
evangelizadora, para expulsar los demonios, para curar a los enfermos,… Las
primeras palabras que escuchamos de labios de Jesús en el evangelio según san
Marcos son una llamada a la conversión y a la fe. Conversión y fe son como las
dos caras de la misma moneda, no se pueden separar. La conversión es la vuelta
a Dios; es caminar en la buena dirección, es amar a Dios por encima de todo,
más que a uno mismo,… Es un don, una gracia. Nadie puede convertirse por propia
iniciativa. En el libro de las Lamentaciones leemos estas palabras:
«conviértenos a ti Señor, y nos convertiremos». Pero esta gracia tiene que ser
acogida para que se dé una verdadera conversión. La conversión es una tarea de
toda nuestra vida. Jamás podremos sentarnos a descansar diciéndonos que ya nos
hemos convertido totalmente. Cada mañana hay que retomar el camino de la
conversión, hay que reorientar nuestra dirección, dirigir el rumbo hacia Dios.
La fe también es, en primer lugar, un don. Tiene muchos aspectos. Uno de ellos
es la adhesión total a Dios, es entregarse de corazón a Dios; es confiar en él;
es aceptar sus planes, sus criterios, sus tiempos,… es acoger sus palabras,
ponerlas en práctica, es hacer su voluntad. La mejor manera de cultivar y
acrecentar nuestra fe es orar mucho y hacer el bien. La oración y las buenas
obras son como el termómetro que nos indica dónde estamos en la fe.
La Cuaresma puede ser un tiempo decisivo para avanzar en la
conversión y para fortalece nuestra fe, especialmente en un mundo en el que se
palpa una creciente falta de fe.
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